miércoles, 6 de marzo de 2013

Memorias Bajo Tierra 1: El sonido del rock zuliano



Un vistazo a la escena rock regional, una movida que siempre será underground e independiente. Hoy exploramos como se ha logrado el sello sonoro de una ciudad, de un estado; que significa y que ha pasado con él a través del tiempo.


El sonido del rock zuliano
Por Alvaro Lugo

El rock zuliano dese hace décadas tiene un sonido propio, nacido de las limitaciones prácticas, y la poca pericia en el género, de muchos de los técnicos en los estudios de mediados de los 80 hasta bien entrados los noventa, esto forzaba a los músicos a ser toderos y arreglárselas para obtener resultados decentes; nace también, del ostracismo del momento que sólo permitía que nos llegara a cuentagotas material musical de otras partes del país, obligándonos a desarrollar nuestra propia versión del rock, metal, ska, funk, grunge y demás fusiones, géneros y subgéneros.

Lo que resultó fue una de las canteras más proliferas y originales del momento en el rock nacional, se crearon lugares de la nada para tocar, se empezaron a grabar demos en garajes, salas de casas, estudios y donde quiera que se pudiese, los medios comenzaron a prestar atención y cada vez que una banda zuliana lograba como diría Cayayo “escapar, a otro lugar”, era una sensación – recordemos a Julia, Decibel, Santuario, Poca Lana, Trauma, Extrema Realidad y muchas más que consiguieron aplausos después de pasar la Lara-Zulia.

Ese sonido del que hablamos se desarrolló, gracias en gran parte a personas como Carlos Julio Vílchez y Ramiro Parra detrás de las consolas que aportaron  conocimiento e ideas a la manera de sonar de las agrupaciones, y a bandas como Primero Venezuela, MAC, La Iguana, Arpía, Corriente Alterna, Suhrim y un largo etcétera que incluye pero no se limita a las mencionadas anteriormente, que se dieron a la tarea de desarrollar y evolucionar esta firma sónica grabada en el ADN del rock regional.

Esta forma de hacer nuestro propio ruido, este acercamiento nuestro a la manera de ponerle música y letra a nuestras emociones, la elección de acordes o de pedal de distorsión, de afinar baterías o microfonear estudios, no hizo más que crecer con el tiempo, de hacerse más profesional y de atraer más gente. Conste que no me refiero a sonar todos igual, para nada, hablo de una forma muy clara de diferenciar el material que se produce acá en relación al que se hace en otros lados; incluso nuestras bandas crearon su propia forma de atreverse con estilos muy comercializados (notese que no escribí comerciales), como el Nu Metal o el funk rock, logrando una identidad propia.

Pero últimamente, conforme más escucho agrupaciones que salen al ruedo zuliano, más siento que se sonido se diluye, que las bandas locales intentan demasiado “no sonar tan de aquí”; pareciera que buscan una identidad más genérica, algo así como hablar sin acento o comer hamburguesas de franquicia, menos sabor local a cambio de una identidad más global, con menos sabor.

Esto no tiene nada que ver con pensar que las bandas de antes eran mejores, no señor, ahora mismo, hay bandas que merecen un aplauso de pie, que han logrado llegar a lugares donde bandas zulianas nunca habían llegado, conseguir galardones que nunca se habían soñado, pero exactamente las bandas que han logrado eso, son las que se han arriesgado a mantener su identidad, su originalidad, su sonido, su propia interpretación del sonido del rock zuliano.

Porque, en caso contrario, como se explica que sean grupos como Petrula (una de la agrupaciones con sonido más original, pero también con un gran respeto por los antecedentes de la movida local) o TLX, quienes construyeron un rock melódico con muchas capas y algunos toques de grunge aquí y allá, los que ponen al Zulia entre los más buscados del rock nacional. Otros que han logrado lo mismo, van desde las sensibilidades de Ulises Hadjis, hasta la potencia de Assarion, Novarmada o MEID para quienes gusten de su rock con una dosis más alta de metal. Sé que la cantidad de bandas que estoy pasando por alto es enorme, que no me daría espacio para incluirlas todas, así que me disculpo por las que se quedaron por fuera y pido clemencia a la corte.

Caigamos en cuenta que no sonar como nadie más, es lo que nos hace sonar mejor.  Que sonar como una banda de Maracaibo, Cabimas o Ciudad Ojeda es lo mejor que nos puede pasar porque es lo que somos; que no es un insulto, es un cumplido. Que no se trata de sonar todos igual, sino que nuestro sonido se deje influir por donde estamos, lo que escuchamos, lo que vivimos, todas estas son experiencias irrepetibles que condimentan el estilo elegido; o como me tocó exclamar en una conversación con amigos sobre este tema, y sin intención de menospreciar a otras regiones: "¿Pa’ que quereis sonar como una banda de Caracas, si sonando como una banda de Maracaibo sonais mejor?"

No leemos la que viene...

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