Orgullo de fan
No sé si he usado esta cita antes en esta columna, pero
Freddie Mercury dijo una vez cuando le preguntaron sobre la vibra de los
conciertos de rock “es como un partido de fútbol, la única diferencia es que
todos aquí estamos del mismo lado”. No podría yo expresar mejor la emoción que
se siente cuando se es fan de una banda, es tan similar a llevar la camiseta
del equipo amado, de sufrir con ellos y verlos salir a mojarse la camiseta por
el espectáculo, la gloria y el triunfo.
Esa emoción y orgullo de fanático es lo que hace a los
seguidores del rock una raza única, con el rock y el metal es fuego o hielo, lo
amas o lo odias, seguro habrán quienes gusten sólo de escuchar “Nothing else
matters” pero en su vida hayan escuchado
“Orion” o “The four horsemen”, que digan cuanto les gusta “The men who sold the
world” pero no sepan que es original de Bowie o que existen también “Papercut”
o “Pennyroyal Tea”, pero a esas personas no las tomo en cuenta para esta nota,
son gente que aprendió estas canciones por casualidad, no son fans.
Un fan es como aquella amiga que se enorgullecía de
poder recordar, en orden, todas y cada una de las canciones de cada disco de
Iron Maiden por cronología, y estaba feliz de demostrarlo, fan es aquel que
sueña con ver a su banda en vivo, fíjense que digo “su” banda, porque una parte
básica es el sentido de pertenencia es el sentir a aquellos como propios, como
amigos, maestros, figuras importantes en la vida.
Quién de nosotros, fanáticos, mientras está reunido
con los amigos, ha parado de hablar en media frase por que suena “nuestra”
canción, esa que nos sabemos de memoria y que cuando comienza más vale que el
mundo se detenga por que acaban de perder nuestra atención, en ese momento
estamos en un trance, en una situación de entrega emocional y de los sentidos,
que sólo termina con la última nota de la pieza.
No creo que seguidores de otros tipos de música puedan
decir esto, estamos entre los más apasionados de todos, nuestro concepto de
fanatismo, incluye hacer cualquier peripecia o pasar cualquier trance por ir a
ese concierto, comprar ese disco, conseguir ese vídeo, hacernos ese tatuaje,
usar esa franela, ver ese especial de tv o lo que sea.
Es que ser fan no tiene tiempo, sino recuerden sus
cuadernos de bachillerato y como estaban ralladas las últimas páginas, el logo
que aprendimos a hacer de memoria o la música en nuestros audífonos que nos
acompaña hasta hoy, es que esa banda, ese tema, ese músico se vuelve parte
imprescindible de la vida de un fan y eso no tiene precio.
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